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a continuación exclamó-: No s�; yo soy libre. Siempre he sido as�. Puedo ir por ah� con cualquiera. Estoy tan
contenta de verlo -a�adió con tanta y tan dulce claridad que hizo volverse a los que se hallaban cerca de ella.
-Perm�tame al menos pagarle esas palabras sac�ndola de este barullo -dijo su amigo-. �La gente no puede
pasarlo bien aqu�!
-No, son unos mornes horribles, �no! Pero yo estoy estupendamente y promet� a Mr. St. George que me
quedar�a en este sitio hasta que volviera. Me va a sacar de aqu�. Le mandan invitaciones para cosas de este tipo,
m�s de las que quiere. Es muy amable al pensar en m�.
-Tambi�n a m� me mandan invitaciones de este tipo, m�s de las que yo quiero. Y si acordarse de usted es
suficiente... -prosiguió Paul.
-�Me encantan... todo lo que es vida... todo lo que es Londres!
-Supongo que en Asia no hay inauguraciones privadas -rió-. Pero qu� pena que por este a�o, incluso en esta
abarrotada ciudad, ya se haya pasado la temporada.
-Bueno, el a�o que viene entonces, porque espero que crea que vamos a ser siempre amigos. �Aqu� viene!
-continuó Miss Fancourt antes de que Paul tuviera tiempo de contestar.
Divisó a St. George entre los huecos de la muchedumbre, y esto quiz� lo indujo a que se apresurara un poco a
decir:
-Espero que eso no signifique que he de aguardar hasta el a�o que viene para verla.
-No, no, �no vamos a vernos en una cena el veinticinco? -exclamó anhelante, con un entusiasmo tan dichoso
como el de �l.
-Eso es casi el a�o que viene. �No hay manera de verla antes?
Ella lo miró con toda su luminosidad.
-�Quiere decir que vendr�a?
-Como un rayo, si fuera tan buena de ped�rmelo.
-Entonces el domingo... �este domingo?
-�Qu� he hecho para que lo dude? -preguntó el joven con deleite.
Miss Fancourt se volvió al instante hacia St. George, que ahora se hab�a unido a ellos, y anunció triunfalmente:
-�Viene el domingo, este domingo!
-Ah, �mi d�a...! �tambi�n mi d�a! -dijo el famoso novelista, riendo, a su compa�ero.
-S�, pero no sólo el suyo. Se ver�n en Manchester Square; hablar�n..., �ser�n maravillosos!
No nos vemos lo suficiente -concedió St. George estrechando la mano de su disc�pulo-. �Demasiadas cosas...
demasiadas cosas! Pero lo compensaremos en el campo en septiembre. No habr� olvidado que me ha prometido
eso, �no?
-Pero si va a venir el veinticinco, lo ver� entonces -dijo la muchacha.
-�El veinticinco? -preguntó St. George vagamente.
-Cenamos con usted; espero que no lo haya olvidado. �l cena fuera ese d�a -a�adió alegremente a Paul.
-Es verdad... qu� estupendo �Y viene usted? No me lo hab�a dicho mi mujer -le dijo St. George-. Demasiadas
cosas... demasiadas cosas -repitió.
-Demasiada gente... demasiada gente -exclamó Paul, apart�ndose antes de que lo atravesara un codo.
-No debiera decir eso. Todos lo leen.
-�A m�? �Me gustar�a verlos! Sólo dos o tres, como mucho -respondió el joven.
-�Ha o�do alguna vez algo as�? El muy arrogante sabe lo bueno que es -declaró St. George a Miss Fancourt
ri�ndose-. Me leen a m�, pero eso no hace que me gusten m�s. Alej�monos de ellos, �alej�monos! -Y los sacó de
la exposición.
-Me va a llevar al parque -comentó Miss Fancourt a Overt con j�bilo mientras recorr�an el pasillo que conduc�a
a la calle.
-Ah, �va �l all�! -preguntó Paul, tomando el hecho como una ilustración algo inesperada de las moeurs de St.
George.
-Es un d�a precioso, habr� gran cantidad de gente. Vamos a mirar a la gente, a mirar a los tipos -continuó la
muchacha-. Nos sentaremos bajo los �rboles; caminaremos por la avenida.
-Voy una vez al a�o... de negocios -dijo St. George, que por casualidad hab�a o�do la pregunta de Paul.
-O con una prima del pueblo, �no me lo dijo? �Yo soy la prima del pueblo! -dijo a Paul por encima del hombro
mientras su amigo la conduc�a hacia un simón al que hab�a hecho una se�al. El joven los observó mientras
sub�an; se quedó parado, devolviendo con la mano el cordial saludo con el que, cómodamente instalado junto a
ella en el veh�culo, St. George se despidió de �l. Se quedó hasta ver arrancar el veh�culo y se perdió en la
confusión de Bond Street. Lo siguió con los ojos; aquello le produjo ideas embarazosas. ��Ella no es para m�!�,
hab�a dicho con �nfasis el gran novelista en Summersoft; pero su manera de comportarse con ella no parec�a
estar en armon�a con tal convicción. �Cómo podr�a haber obrado de una manera diferente si hubiese sido para
�l? Una envidia indefinida creció en el corazón de Paul Overt, mientras se pon�a solo en camino; un sentimiento
se dirigió por igual extra�amente a cada uno de los ocupantes del simón. �Cómo le gustar�a a �l traquetear por
Londres con una muchacha as�! �Cómo le gustar�a ir a mirar �tipos� con St. George!
El domingo siguiente a las cuatro llegó a Manchester Square, donde su deseo secreto se vio gratificado, al
encontrar sola a Miss Fancourt. Se hallaba en una habitación grande, clara y alegre, toda pintada de rojo,
decorada con las originales y baratas telas floreadas que se consideran originarias de pa�ses meridionales y
orientales, donde se dice que sirven de colchas a los campesinos, y adornada con cer�micas de vivos tonos,
distribuidas despreocupadamente en los estantes, y con muchas acuarelas de la mano (se enteró el visitante) de
la joven misma, que conmemoraban con valiente amplitud las puestas de sol, las monta�as, los templos y [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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