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Laszlo era, al igual que la de todos los mundos de la red mundial del Transmisor,
enormemente variada, de todos los caracteres, tamaños y colores, pero el tipo
predominante y probablemente, por tanto, el de los colonizadores indígenas y originarios,
pertenecía a un único linaje racial, de piel inusualmente oscura y de una altura media de
más de un metro ochenta, incluidas las mujeres...
¡El Mundo de Lasselli! Laszlo.
¿Aquel nombre era sólo una coincidencia?
Por algún motivo no lo creía así. En medio de la regia bienvenida que los habitantes de
Laszlo habían tributado a la Gypsy Moth y a su tripulación, aquello no parecía importante.
Si el Mundo de Lasselli y Laszlo eran el mismo, al menos el clima político había cambiado
y allí estaban a salvo. ¿A salvo? ¿Los laszlanos no podían hacer nada contra ellos?
Durante los primeros días apenas hicieron nada, salvo descansar. El largo viaje y la
escasez de dotación les había dejado exhaustos. Gildoran se encontraba preso de una
extraña indolencia y el efecto de la gravedad era mayor de lo que recordaba. La gravedad
de la nave, lo bastante intensa para proporcionarles orientación e impedir el vértigo, era
algo completamente distinto.
Varios días más tarde Gilrae fue a su alojamiento y le dijo:
 Alguien debe emprender un viaje a Anfitrión y averiguar qué ha sido del resto de la
flota Exploradora, pero no tengo valor para encomendárselo a nadie más. ¿Quieres venir
conmigo, Gildoran?
 ¿Irás en Transmisor? Rae repuso sarcásticamente:
 Bueno, desde luego no voy a ir en la Gypsy Moth.
 De acuerdo, iré.
Había pasado mucho tiempo, pensó Gildoran, sin hacer un viaje en Transmisor. Desde
aquel extraño trayecto con Ramie, ¿cuánto tiempo había pasado? ¿Qué edad tenía ahora
Gilmarina? Trece años, en tiempo nave. Habían transcurrido siete años desde que pisó un
planeta por última vez, y después únicamente había pasado aquellos días desastrosos en
Mundoinfernal. Y había escapado al desastre en Tempest porque aquel día estaba de
servicio en la Guardería.
Mientras caminaban a través de la gran explanada de tierra al aire libre sintió el enorme
calor del gran sol en su espalda.
Es una sensación estupenda pisar terreno firme y disfrutar de este sol. Me pregunto
cómo podemos sobrevivir tanto tiempo en el espacio sin sol ni aire y sin notar la
sensación de la gravedad bajo los pies... El hombre no fue creado para vivir en el
espacio...
Gildoran se reprochó el haberse puesto tan sentimental. Para él, la gravedad no era
siquiera un recuerdo de la infancia. Fue entregado a una nave Exploradora antes de
haber cumplido un mes y la reelaboración del molde celular de su cuerpo y de sus células
más recónditas había sido realizada, programada justamente para eso, para vivir en el
espacio. No era un mundanal, no era una lombriz de tierra. La diferencia estaba en el
nivel de las células y de los átomos. Y no obstante... y no obstante, aquel sol, el frío viento
cortante azotándole la mejilla...
Gildoran preguntó a Gilrae:
 ¿No es estupendo estar de nuevo en la superficie? ¿O son los planetas, como solía
llamarlos Gilharrad, meras interrupciones, agujeros en el Cosmos?
 Querido, viejo y querido Gilharrad  dijo ella con una sonrisa cariñosa . Desde
luego es estupendo, pero sobre todo porque ahora estáis todos a salvo.
 Bueno, si hubiésemos buscado un planeta para asentarnos permanentemente, no
habríamos encontrado otro mejor  repuso él.
Más tarde, se preguntó por qué habría dicho eso precisamente cuando Rae alzó la cara
hacia él, perpleja. ¿Lo había dicho en serio, desearía quedarse allí indefinidamente?
Hay un planeta en alguna parte que lleva tu nombre...
Gildoran tuvo la desagradable impresión de que Gilrae había adivinado lo que estaba
pensando, pero ella evitó cualquier comentario y preguntó simplemente, cuando se
aproximaban a la terminal del Transmisor:
 ¿Has estado alguna vez en Anfitrión? ¡Ojalá hubiésemos podido ir allí directamente!
Pero está a cincuenta años luz de aquí aproximadamente; no creo que con la Gypsy Moth
lo hubiésemos logrado.
 Si he estado allí alguna vez, era demasiado joven para recordarlo  respondió
Gildoran.
 Anfitrión es el mundo natal del los Exploradores  dijo
Gilrae ; es lo más parecido que tenemos a un mundo natal. Nuestro almacén de datos
está allí. Llevo conmigo un transcriptor del registro de la Gypsy Moth para el almacén del
Fichero Mayor.  Cuando entraron en la cabina del Transmisor agregó : Bueno es que
hayamos atracado; nuestros Transmisores están obsoletos. Tendré que enviar a Gilmarti
para que se ponga al día sobre los nuevos modelos. Parece ser que el viejo límite de los
cuatro años luz ha sido superado. Éstos pueden operar con doce A. L. sin ser dañados, ni
sufrir desorientación.
Ella pulsó un conjunto de coordenadas y se produjo una aguda y fugaz sensación de
oscuridad y turbulencia, un leve crack eléctrico. La consola que tenía delante cambió del
color azul al verde y tras repetir la maniobra dos veces más, se hallaron en Anfitrión.
Era un planeta pequeño, tanto que a Gildoran se le antojó, al erguirse bajo el dosel
crepuscular gris del cielo de Anfitrión, que podía ver y percibir la veloz rotación, el rápido
movimiento del pequeño planetoide en torno a su sol apagado y distante. ¿O era
solamente una ilusión provocada por la veloz trayectoria en el cielo de algunos cuerpos
celestes que podían ser lunas o sofisticados satélites artificiales? Sintieron frío, pese a ir
cubiertos con las gruesas y cálidas capas de viaje que se habían procurado en Laszlo.
Cuando abandonaron la terminal del Transmisor, que era bastante reducida  Anfitrión,
evidentemente, tenía poco tránsito de pasajeros , una fila de humanoides que estaban
allí agrupados, retrocedió ante la presencia de los Exploradores.
Estigmatizados. Sólo te hubieras dado cuenta si no lo hubiesen hecho.
Después, observó la expresión de sus caras; no era de temor u odio, sino de respeto
en esta ocasión; un respeto que lindaba con la reverencia. Luego, una mujer alta, casi
uniformada, que estaba a la cabeza de la fila, dijo con voz clara y expansiva,
posiblemente amplificada mediante algún mecanismo:
 Por favor, pónganse en fila ordenadamente y comenzaremos nuestro recorrido con
una visita al Museo de los Exploradores...
Gilrae enarcó una ceja y comentó:
 Esto es nuevo. La última vez que estuve aquí luchamos por evitar que nuestra
asignación fuese retirada. Durante siglos, ya antes de que yo naciera, hemos percibido un
subsidio del Centro Principal por localizar planetas nuevos. Recuerdo que entonces el
Centro Principal estaba intentando eliminarnos, diciendo que si no podíamos ganar
suficientes honorarios para sostener nuestras propias naves, quedaríamos fuera del
negocio. Dos o tres naves quebraron manifiestamente y fueron decomisadas.  Sonrió
trémulamente . Cuando amundizamos esta vez, venía preparada para afrontar que
hubiésemos sido desaprobados por completo y que Anfitrión nos hubiese cerrado sus
puertas. Se rumoreó entonces, no sé cuántos siglos hace en tiempo planetario, que
habían sido descubiertos suficientes planetas para un futuro previsible, que los
Exploradores eran un lujo que la Galaxia civilizada no podía permitirse, porque suponía un
despilfarro de dinero y energías. Decían que ya era hora de que nos estableciéramos y
aprendiésemos a vivir en los mundos descubiertos.
Ella se detuvo un momento ante un memorial esculpido. Dos figuras talladas en un [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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